El padre Taché, sacerdote jesuita, dice en el libro Seguimos tus huellas: El mundo de hoy nos pide que justifiquemos cualquier afirmación que hagamos, y no utilicemos a Dios tan fácilmente como lo hemos hecho hasta ahora.
Llega el mes de diciembre y aquí en Occidente todos nos preparamos para festejar la Navidad, el nacimiento de Jesús, es recordar ese nacimiento, el del hombre que cambió la relación del ser humano con su divinidad.
Es el tiempo de arbolitos con luces, pesebres, la familia reunida para la noche del 24 , mesas decoradas con velas, pensamos en regalos, compramos ropa nueva, nos ponemos emotivos, recordamos a los amigos que están lejos, a los familiares que ya no están. Pero lo más importante es la fiesta del nacimiento de Jesús, que recordamos el 24.
Si lo miramos desde esa perspectiva da la impresión que nos perdemos en frivolidades y no tenemos en cuenta la celebración religiosa, como decía mi tía, “se pierde el verdadero significado de la Navidad”, y no es así. Todo es parte de la celebración religiosa, todos los preparativos y festejos son parte del lenguaje de la espiritualidad, de las manifestaciones externas del sentimiento que tenemos con Jesús; ese sentimiento que no se puede expresar en palabras.
Son días maravillosos que estamos de fiestas. Días que nos hace recordar cual fue su enseñanza para poder ponerla en práctica: llamar a DIOS, PADRE y a los demás hombres, mujeres, niños, ancianos, toda la creación, llamar “HERMANOS”. Todo el mundo, todo el Cosmos, es hermano nuestro.
Ese es el mensaje de Jesús. Ese es el sentido de la fiesta de la noche del 24, sentir esa hermandad. Jesús no vino a enseñar teología. No vino a hablar de Dios. Jesús enseñó que Dios es Padre de todos y que todos somos hermanos. Que todo el cosmos, toda la creación es hermana nuestra.
Por eso se dice que la Navidad es la fiesta de la familia, la familia reunida con Dios Padre. Feliz Nochebuena, Feliz Navidad.
Escúchalo en audio, en voz de la autora: